Texto crítico de la serie "Sobre el tacto"

Aun cuando en la época actual prevalece la creación de imágenes mediante las tecnologías digitales, María Campiglia utiliza al dibujo tradicional como el punto de partida de su obra. Un conjunto de piezas que invitan a un acercamiento de la mirada, gracias al cual logramos vislumbrar una cosmografía plena de puntos que insinúan un mapa; delgadas líneas que conforman diversos diagramas y curvas que, de manera minuciosa, se entretejen, yuxtaponen, complementan y anulan unas a otras, en un rico entramado visual con transparencias, profundidades, huecos y silencios.
María traza -con una línea finísima- siluetas o formas geométricas que se desdoblan en un juego que entablan con las demás figuras que, en apariencia, no tendrían algo que ver una con otra, aun cuando es evidente una invitación para observarlas más detenidamente. Los dibujos que se explayan delicadamente conviven en un espacio etéreo compuesto por papel vegetal sobrepuesto, como membranas o pieles semi-traslúcidas, y donde confabulan en sintonía formas orgánicas con artefactos deconstruidos, trazos formales con fragmentos de células, formas ambiguas u ortogonales que simulan flotar por un espacio blanco que las contiene.
La obra de María refuerza la certeza de que la imagen, como ícono indiscutible en el ambiente circundante, tiene la posibilidad de transfigurarse, a partir de un punto o una línea, en segmentos que aparentan ser un fragmento, cuando en realidad, se despliegan en su totalidad y exhiben unas posibles entrañas no visibles ni táctiles, aunque presentes conceptualmente.
Tanto la técnica como el formato permiten que prevalezca la forma desmenuzada e impresa con tinta sobre el papel. La textura del papel se realza, al mismo tiempo que la forma se proyecta sobre el fondo aparentemente sin fin. La luminosidad del cuadro hace que las formas delineadas semejen flotar en un ambiente ambiguo, aunque definido por los sutiles márgenes blancos que encuadran los relatos, sin oprimirlos.

Luz Sepúlveda